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Belalcázar, pinceladas de su historia

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 Gafiq - Gahete

Los restos más antiguos encontrados en Belalcázar se remontan al Paleolítico inferior. De esta primera etapa de la Prehistoria contamos con una industria de cuarcita compuesta por cantos trabajados, lascas y algún núcleo; proceden del arroyo de la Dehesa y nos demuestran la presencia del hombre dentro del término de Belalcázar en una época tan remota.  

Tras esta etapa, existe un gran vacío en lo que a Prehistoria se refiera, no teniéndose noticias de otras culturas hasta llegar al Calcolítico, época a la que pertenece el dolmen situado al oeste del término, ya próximo a la provincia de Badajoz.

Son numerosas las hachas que se han encontrado en diferentes sectores de esta localidad cordobesa, pero de las que no puede precisarse con exactitud la época a la que pertenecen, y lo mismo sucede con varios fragmentos atípicos de cerámica no decorada y con una industria fabricada en cuarzo procedentes de El Cabril, en el camino de Nuestra Señora de Gracia de la Alcantarilla.
De este modo vemos cómo el hombre comienza a establecerse en esta zona de la comarca a partir del Paleolítico Inferior, faltando restos de otras etapas hasta llegar al Calcolítico y posiblemente la Edad del Bronce.
Ya en la Edad Antigua, lo único que hay claro sobre los orígenes de Belalcázar es su antigüedad. Los hallazgos muestran un núcleo ibero del siglo II a. C. cuya fortificación prueba que estos poblados nunca formaron un todo homogéneo; disputaban entre sí y necesitaban protegerse. En la ermita de la Virgen de Gracia de la Alcantarilla hay restos de cerámica, pues quizá este lugar, como tantos otros, fue un antiguo centro de culto.
Son falsas las noticias que atribuyen a los cartagineses la fundación de Belalcázar. También ofrece confusión su localización por Plinio en la Beturia de los túrdulos y su identificación con Idia. Otras versiones han situado aquí la ciudad anterromana de Miróbriga, nombre de raíz celta, cuya ubicación se discute entre Belalcázar y Capilla.
Posteriormente fue colonia o municipio romano, como se ve en monedas, aras y lapidas sepulcrales, cuyo epitafio de fórmula griega muestra que se había difundido por aquí la cultura helenística. El arranque de la vía romana nombrada en los itinerarios de Antonino y Bávena y en Ptolomeo está junto al puente de hierro del Zújar. También pudo ser, por la forma del recinto amurallado y los fosos, un campamento fijo romano, natural en esta zona con productos metalíferos. Debió existir asimismo una industria cerámica, posibilitada por la proximidad del río.
Ya de época visigoda, junto con otras lápidas, encontramos restos de tégulas labradas de una villa y nombres del lugar como Cerros de Sisenando.
En la Edad Media la actual Belalcázar fue conocida en época musulmana por el nombre de Gafiq, tal como evidenció en su día Félix Hernández, y que entre los siglos XIII y XV como Gahet o Gahete. Se trata, al parecer, de un poblado de origen árabe, fundado por la tribu homónima, cuyo origen debe buscarse en los primeros años de presencia islámica en la Península.
Su emplazamiento en el eje de importantes vías de comunicación, como el camino de Córdoba a Toledo, determino que entre los siglos IX yXII Gafiq se mantuviese como una de las localidades más importantes de al-Andalus y desde luego la principal, junto con Bitrawh (Pedroche), del Fahs al-Ballut. Así lo afirman al-Istakhri y al-Qalqasandi, señalando además que su distrito comprendía una extensa comarca. Su castillo se contaba, igualmente, entre los más fuertes de la zona; Idrisi destaca, en su Geografía, la bravura y combatividad de sus habitantes y la seguridad que su fortaleza les proporcionaba y, en efecto, sabemos que en 1226 los habitantes de Capilla de refugiaron allí tras ser atacados por Fernando III.
Contó con un alto número de habitantes durante este periodo, algunos de los cuales ejercieron y ganaron fama como cadies en la Córdoba califal, entre ellos Obaidala ben Muza y Suleiman ben Asuad, biografiados por al-Jushani en su Historia de los jueces de Córdoba.
Reconquistada entre 1236 y 1241, probablemente tras tenaz resistencia de sus ocupantes, Gahete no fue donada a Córdoba hasta julio de 1243. Hasta 1264 no se menciona su parroquia y no es sino en 1272 cuando se asignan los términos jurisdiccionales de la misma, muy amplia por cierto, ya que cubrían en la práctica todo el futuro condado.
Durante el siglo XIV el consejo de Gahete se consolida y extiende mediante adquisiciones de nuevas tierras, hasta que, en la primera mitad del siglo XV aparece en escena Gutierre de Sotomayor, maestre de Alcántara.
Sobrino del anterior maestre de esa orden, Juan de Sotomayor, Gutierre fue comendador de la misma desde 1426 y, en 1432, a la temprana edad de 32 años, fue promovido a la dignidad maestral, tras la destitución de su propio tío. A partir de entonces se convirtió en uno de los principales nobles del reino y, mediante una dedicada actuación política en favor de don Álvaro de Luna (guiada siempre por el lema que figuraba en su escudo, Audaces Fortuna Juvat), tuvo un vertiginoso encumbramiento culminado, en noviembre de 1444, con la donación de Gahete e Hinojosa por Juan II, seguida por la del vizcondado de La Puebla de Alcocer tan solo cinco meses más tarde.
Las mercedes de Juan II se debieron a los servicios que Gutierre prestó a su partido en la defensa de Sevilla y en la liberación de Carmona, Alcalá de Guadaira y Córdoba cuando en la primera mitad de 1444, todas ellas sufrieron el ataque del infante Don Enrique. Pero esta donación afecto profundamente los intereses que Córdoba (es decir, sus principales familias) tenía en la zona y dio lugar a largos pleitos entre la ciudad y los titulares del nuevo señorío, resueltos mediante la consolación de este.
La decidida actuación del maestre fue clave para el éxito de la señorialización. Fue el creador del linaje de los Sotomayor y el promotor de la grandeza de la familia, y durante su gobierno se consiguió la máxima expansión territorial mediante la anexión de villas como Belmez y Fuente Obejuna, que se perdieron durante la regencia de su hijo y sucesor, Alfonso I ( 1453 - 1464 ). Aunque en realidad el señ9orio no creció tras la muerte del maestre, fueron años especialmente importantes para su desarrollo aquellos en que ocupo la regencia Elvira de Estuñiga o Zúñiga, viuda de Alfonso, durante la minorías de edad de sus hijos Gutierre II ( 1464 - 1474, quien renunció al señorío para ingresar en el monasterio jerónimo de Guadalupe) y Gutierre III ( 1474 - 1484), durante los cuales se elaboraron numerosas normas y ordenanzas para la vida interna de Belalcázar y se regularon multitud de materias bajo la siempre atenta mirada de la regente. A Gutierre II, muerto en la guerra de Granada, le sucedió, siendo un niño de corta edad, su hijo Alfonso II (1484 - 1518).
Un año especialmente destacado en esta significativa etapa fue el de 1466, en el cual doña Elvira consiguió para su hijo Gutierre II el título de conde. Por eso, y porque con el comienzo de la nueva titulación Gahete cambió su nombre por el actual de Belalcázar ( en virtud del bello castillo recién terminado por sus titulares), es a partir de esta fecha cuando se puede hablar de un auténtico " condado de Belalcázar", aunque el concejo de Córdoba continuó mucho tiempo utilizando la tradicional nombre de Gahete, pues lo contrario hubiera sido tanto como reconocer el dominio señorial sobre la villa y eso era algo que Córdoba no estaba aún dispuesta a admitir.
Durante toda la Edad Moderna, Belalcázar fue la capital del condado de su nombre, cuyo titular era duque Bejar después de su vinculación al condado de Ayamonte (1518). De él formaban parte también las villas de Hinojosa y Villanueva del Duque y el lugar de Fuente la Lancha. Todas ellas dependieron siempre del obispado de Córdoba, pero en lo civil y en el administrativo pertenecieron hasta mediados del siglo pasado al partido de La Serena, cuya capital era Trujillo, en la antigua provincia de Extremadura.
En este período la población alcanzo sus cotas mas altas hacia 1587, año en el que llego a tener 847 vecinos. Esta población no se mantuvo a lo largo de la Edad Moderna, y a finales del siglo XVIII, en 1780, había disminuido hasta los 512 vecinos.
Su economía se basó fundamentalmente en la agricultura y la ganadería, como se desprende de los datos apuntados por el profesor Valle Buenestado, según el cual, en 1753 la extensión del término de Belalcázar era de 39.506,1 hectáreas, de las que 28.806,4 se dedicaban a pastos y dehesas, 10.455 a labor, 202,1 a viñedo, 31 a olivar y tan sólo 11,6 eran regadío.
El mayor propietario era sin duda el Conde de Belalcázar, cuyas posesiones sumaban unas 20.000 hectáreas. Los vecinos de la villa, sin embargo, nunca poseyeron muchas propiedades, y mitigarón de alguna manera esta carencia de tierra utilizando la de los bienes comunales de la villa, integrados por las dehesas de Barbellido, El Cachiporro y La Encinilla, que entre todas ellas sumaban unas 10.000 hectáreas. Estas tierras se repartían entre los vecinos, por cuyo disfrute pagaban una módica cantidad anual.
Según el padre Juan Ruiz, los cargos del concejo municipal de Belalcázar eran nombrados anualmente por el conde, que elegía a cada uno de una terna que se le proponía. De estos cargos cabe destacar, entre otros, dos alcaldes ordinarios, de los que dependía la administración de justicia en primera instancia; cuatro regidores, dos por el estado noble y dos por el estado llano; el alguacil mayor , encargado de la parte ejecutiva de la justicia, y el procurados general. Los miembros de la corporación municipal se reunían en cabildo ordinario en la casa consistorial de la villa para tratar los asuntos que concernían exclusivamente a su municipio; cuando los problemas a tratar incumbían también a Hinojosa y a Villanueva del Duque, villas con las que Belalcázar tenía mancomunidad de hierbas, pastos, bellota, y labor, los representantes de todos ellas se reunían en cabildo general o de estado, en la ermita de Santo Domingo.
En la Edad Contemporánea el control de la provincia de Córdoba a partir de 1810 estuvo en manos de las tropas napoleónicas y en esa fecha tuvo para los vecinos de la localidad especiales connotaciones, al decidir el alto mando militar el establecimiento de una importante guarnición encargada de la vigilancia de las vías de comunicación con Extremadura y La Mancha, aprovechando para ello la seguridad de su impresionante fortaleza. La presencia permanente de tropas extranjeras durante más de dos años no impidió, empeoro, la aparición de partidas guerrilleras, adquiriendo especial celebridad la comandada por Clemente Arribas, cura de Belalcázar, que la frente de mas de ochocientos hombres trajo en jaque a las tropas extranjeras.
La restauración de la monarquía absoluta en 1814 permitió que el duque de Osuna, titular del condado de Belalcázar, recuperarse parcialmente la jurisdicción del citado señorío hasta la extinción definitiva del régimen señorial en 1837. La casa solariega de los Osuna mantuvo, sin embargo, incólumes, sus inmensas propiedades hasta finales del siglo XIX, en que se consumó la sonad quiebra del titular. El 6 de febrero de 1873 Andrés Caballero y Rozas adquirió la principal dehesa que el duque poseía en la villa por 5.628.471 reales. La disolución del patrimonio no alteró, por contra, la estructura de la propiedad de la tierra, que en Belalcázar mantuvo el régimen de latifundio hasta tiempos recientes.
 

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